sábado, 22 de octubre de 2016

Reflexión

El jueves pasado me pidieron que hable de mi opinión acerca de la modalidad en la que se está trabajando en la clase. Además que haga una auto devolución. Obviamente lo que voy a decir me concierna a mí en especial, pero con suerte espero que puede llegar a servir a alguien más.

A veces es difícil saber el eje por donde transcurre el trabajo colectivo. Nos perdemos luego de volver empezar, es más creo que ese es el problema, siento que el trabajo vuelve a empezar. Ser incapaz de ver un final a un trabajo o un cierre me bloquea. Me eh pasado toda la vida haciendo trabajos prácticos que terminan y no se vuelven a tocar que ésta modalidad, esta libertad de trabajo me asusta. ¿Será porque la libertad de expresión significa abrirse con los demás? En el sentido de las ideas, claro. Esta libertad es emocionante, da curiosidad, pero sobre todo es aterrador. Parecería como si la libertad nos juega en contra, pero eso no es verdad. Lo que nos juega en contra somos nosotros mismos. Nosotros somos los que nos ponemos límites. Nosotros somos los que decimos, mañana lo haré y para entonces paso una semana, un mes, un año. Porque el cambio se genera desde nosotros. Es por eso que a veces me cuesta hablar en algunas reuniones. Yo me pongo los límites y en estos residen el ¿que pensaran de mí? Es decir, la libertad me da paso a expresar mis ideas, y estas ideas a su vez tienen potencia de ser juzgadas, algo que aterra y que no queremos que pase, por lo que nos ponemos límites.

El trabajo en grupo da una fluidez en las ideas que solo se logra trabajando con dos o más mentes. Una vez que alguien propone una idea, al instante alguien interviene con otra idea y así hasta llegar a un resultado que nos conforma a todos. El hecho de que todos tengamos diferentes enfoques hace que el trabajo a su vez crezca en complejidad y que, a nuestro criterio, tenga sentido.

En mi grupo, en especial, creo que se trabajó de manera ordenada. Siempre nos tratamos de juntar para decidir cómo iban a ser nuestras propuestas. Por mi parte ayudaba con los dibujos de las láminas y con la aportación de ideas. Lo único de lo que no me quede satisfecho (algo que se habló en clase) fue en que faltó dar cuenta del proceso. Es como si todo lo que hicimos antes fue en vano. Es el proceso de convergencia y divergencia lo que nos faltó. Es el proceso del diseño, algo a lo que nos tenemos que acostumbrar si queremos ser diseñadores en el futuro. El problema de la libertad radica en la forma en que se sucede este proceso: es cíclico. Si fuera lineal, tendría una historia que no mira hacia atrás y solo hacia delante. Siempre teniendo en claro cuál es su final. Pero en realidad el diseño da vueltas. Se vuelve en sí misma. Sigue y vuelve a comenzar. El final es incierto, pero (si se tiene paciencia) seguramente  será satisfactorio.

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